lunes, 7 de septiembre de 2009

MUISCAS





ETNIAS MUISCAS




Pertenecientes a la familia Chibcha, los Muiscas fueron los primeros pobladores de la capital. Sus descendientes dan la pelea porque sus espacios y tradiciones, no sólo sobrevivan sino que se conozcan.

A sólo cinco minutos de la plazoleta principal de Suba (calle 170 con carrera 82), camino al cerro del Cuy o de La Conejera, Suagagua o, mejor, Sigifredo Niño Rocha, un hombre robusto, vestido par completo de blanco, se suelta el pelo y se pone una cinta alrededor de la cabeza como señal de respeto y fortaleza con la madre tierra. Esto significa que se ha llegado a uno de los sitios que habitaron sus antepasados, los Muiscas, los primeros pobladores de Bogotá, pertenecientes a la familia lingüística Chibcha. Los mismos que poblaron el departamento de Boyacá y algunas regiones de Santander, territorios de abundantes minas de sal, cobre y esmeraldas

Suba, atravesada par una pequeña cadena montañosa, fue habitada por esta comunidad indígena hacia el año 800 de la era actual. Tras la Conquista española en 1538, los Muiscas conservaron allí un resguardo indígena hasta 1875 cuando perdió su estatus para convertirse en municipio. En 1954, fue incluida como parte anexa de Bogotá.

En Suba, nombre que se deriva de dos voces indígenas: Sua, sol y Sia, agua. Según algunos cálculos, se estima 'que hay cerca de 5.000 descendientes Muiscas, de aproximadamente más de 15.000 que habitan en todo Bogotá.

Siguiendo el tramo, Niño y sus acompañantes, a muy pocas pasos del sitio de partida y abriendo camino por una zona de alta vegetación encuentra un primer vestigio Muisca: un socavón de unos 200 metros de profundidad, según explica este sacerdote indígena, integrante del Cabildo Mayor Muisca de Bacatá (Bogotá) y coordinador del grupo Nación Muisca Chibcha, un programa que busca preservar las tradiciones y el patrimonio de sus antepasados. La entrada está protegida por una reja por razones de seguridad. En este lugar, saca de su capotera (mochila) un recipiente con chicha, bebe por unos minutos, riega en el sitio, y reparte a los visitantes: "Se toma chicha y se ofrece en memoria de los abuelos. Éste es el significado", dice el indígena.

Allí el ritual es corto. Más adelante, a unos pocos metros, está el segundo socavón, contiguo a una casa sagrada o sitio de pagamentos que construyeron los descendientes. Éste es más profundo. Tiene alrededor de 238 metros (hasta donde se ha comprobado), y al interior se observa una serie de escalones que se pierde en el infinito. Se dice que ésta, al igual que la anterior cueva, data desde los tiempos de la Colonia hace más de 200 años, y que era empleada para la extracción de carbón, en tiempos de La Encomienda.

En la actualidad, para descender al socavón, se hace con personal especializado en escalada y con los respectivos equipos de seguridad, como arnés y otras herramientas. Aquí, la ceremonia es más prolongada. El indígena cuenta que antes de entrar hay que pedirles permiso a sus antepasados, los abuelos, incluso, con días antes de la visita, con el fin de evitar accidentes.




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